“Había una vez un pueblo donde vivían seis ciegos, que querían saber cómo era un elefante. Cierto día llegó un circo al pueblo y llevaron a los ciegos en presencia del paquidermo a los fines que pudieran cumplir su cometido.
Cuando le explicaron al cuidador del elefante, éste accedió a que los seis ciegos pudieran palpar al animal.
-Un elefante se parece a una serpiente grande y un poco arrugada, dijo el que tocaba la trompa.
-Arrugado sí… pero se parece más a las columnas que sostienen el templo, dijo el que le había correspondido palpar las patas del elefante.
-De ningún modo, dijo el que palpaba la cola, se parece a una soga gruesa con un plumero en la punta.
-Están completamente equivocados, un elefante es como un hueso curvo y liso, dijo el cuarto mientras tocaba el colmillo.
-No me hagan reír, dijo el quinto, mientras sus manos recorrían las orejas del elefante, un elefante es parecido a esas plantas de hojas enormes que suele haber cerca de las lagunas.
-Basta de comedias, -dijo el último invidente- el elefante es una gran suela, mientras repasaba la piel del paquidermo.
Demás está decirlo que no lograron ponerse de acuerdo. Es imposible saber cómo es una cosa o una persona cuando sólo conocemos una parte de ella” (s/i).
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